Motores de embarcaciones que pueden funcionar con gasóleo o con fuel y que ahorran energía, anzuelos adaptados para no pescar tortugas, técnicas de glaseado que optimizan la conservación del pescado... Son algunas muestras de la senda por la que discurre actualmente la investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) en el sector pesquero, una actividad que, por sus características y evolución, se ha visto obligada a alcanzar el más alto grado de desarrollo tecnológico.
Pero ése es un reto que no todos los subsectores han sabido asumir por igual. Mientras la acuicultura, la industria transformadora o la flota de altura han hecho grandes esfuerzos por modernizarse e innovar, segmentos como la pesca artesanal y de bajura se han quedado en el furgón de cola en el grado de tecnificación. Y eso refuerza las conclusiones a las que ha llegado el Ministerio de Pesca en el diagnóstico previo a la puesta en marcha del plan estratégico de innovación tecnológica: que una de las causas de la deficiente modernización del sector es el reducido tamaño de las empresas. Pero no es ésa la única razón. La dimensión de las compañías rivaliza con la falta de información y la aversión al riesgo en los motivos que causan el retraso en la incorporación tecnológica.
Esos obstáculos son los que ahora intenta sortear el plan estratégico de Innovación Tecnológica, puesto en marcha por la Secretaría General de Pesca Marítima, en colaboración con la Fundación Instituto para el Desarrollo de las Industrias Marítimas (Innovamar). El programa parte con una dotación inicial de un millón de euros en ayudas directas, y otros 6,7 millones que pueden alcanzarse a través de sistemas de avales y mecanismos financieros. Todo ese montante está dirigido a favorecer tanto el desarrollo, como el acceso a las nuevas tecnologías en todos los subsectores marítimos.
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