Crear células madre pluripotentes (con capacidad para transformarse prácticamente en cualquier tejido del cuerpo) sin destruir el embrión viene a ser algo así como la cuadratura del círculo; la piedra filosofal de la biología humana que permitiría a los científicos abrir la espita para avanzar en nuevas técnicas de curación de enfermedades como el alzhéimer o el párkinson sin el freno de los impedimentos morales y religiosos que anteponen la defensa del embrión a cualquier tipo de investigación en esta línea. Este trapecismo biológico es el que aparentemente acaban de resolver dos equipos de científicos indedependientes, ambos de Estados Unidos, que han probado en ratones que es posible extraer células madre sin manipular el embrión.
Las dos investigaciones, que deberán refrendar los resultados en humanos, algo que no parece fácil y para lo que serán necesarios varios años de trabajo, acaban de ser publicadas en la edición digital de Nature . «En mi opinión, esto elimina el dilema ético de destruir embriones», asegura Alan Trounson, de la Monash University de Melbourne (Australia), uno de los expertos que avalan las nuevas técnicas.
Uno de los dos métodos propuestos fue presentado por la empresa Advanced Cell Technology y sigue un procedimiento similar al del llamado diagnóstico preimplantacional, en la que los embriones son analizados en busca de defectos genéticos. En este caso, los investigadores extrajeron una célula de un embrión constituido por sólo ocho células que se forman a los tres días, llamadas blastómeras. Mientras que la aislada fue cultivada en laboratorio hasta obtener una colonia de células madre, las siete restantes fueron implantadas en el útero de un ratón adulto, que logró llevar con éxito la gestación a término, sin que los roedores recién nacidos presentasen ningún defecto o alteración genética.
La segunda técnica es más controvertida, ya que lo que hicieron sus promotores, Rudolf Jaenisch y Alexander Meissner, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, fue desactivar un gen, el Cdx2, de la célula donante antes de ser transferida al óvulo fertilizado. De esta forma, el embrión resultante se desarrolla como un conjunto de células (blastocito), que carece de la capacidad de implantarse en un útero y desarrollar un bebé. Se trataría, por tanto, de un embrión no viable.
En ambos casos, si la célula donada fuese la del paciente (algo fundamental para evitar rechazos), sería necesario utilizar la clonación reproductiva o transferencia nuclear, la que se empleó con la oveja Dolly .
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