Por el momento, se ha librado. La flota gallega que emplea artes fijos y redes de arrastre de vara en el Gran Sol y en otros caladeros comunitarios respira aliviada al saber que podrá seguir señalizando sus aparejos de la misma forma que lo venía haciendo hasta ahora, sin tener que aumentar el número y el tamaño de las boyas y, por ende, el de peso a bordo del barco, tal y como proponía Bruselas en un reglamento que tendría que haber entrado en vigor hace justo un mes. Pero se trata de un consuelo momentáneo, porque la normativa únicamente se ha dejado en suspenso hasta principios del próximo ejercicio y, aunque la Comisión Europea se ha avenido a modificar el texto, los cambios introducidos no son tan amplios y profundos como los pescadores gallegos desearían.
Es verdad que, según la nueva redacción del reglamento, no habrá que llevar tantas boyas de señalización a bordo como pretendía Bruselas, puesto que el Ejecutivo comunitario aceptó reducir la frecuencia de despliegue de las señales y dispuso que se libere una boya cada cinco millas de aparejo, en lugar de hacerlo cada milla, tal y como figuraba en el reglamento inicial. Pero no es menos cierto que la norma sigue dejando de lado los últimos avances tecnológicos que hay en el mercado -basados en sistemas de posicionamiento por satélite- para apostar por un sistema que, a decir de los pescadores, está obsoleto, es poco operativo y, además, podría atentar contra la seguridad de los tripulantes.
Y es que cada boya mide más de metro y medio de altura -distancia mínima que tendrá que sobresalir el mástil de la superficie del agua- y, además, necesita calamentos, lastres... en definitiva más peso que cargar tanto para parte de los tripulantes como para el propio barco, que puede ver comprometida su estabilidad.
«Pescadores de despacho»
Pero ni siquiera la ampliación de una a cinco millas de la frecuencia de despliegue de las boyas cubre todos los supuestos de los barcos gallegos, según Mercedes Rodríguez, gerente de la Organización de Productores de Lugo (OPP-Lugo), y por eso el colectivo sugiere que se eleve un poco más esa distancia que se demanda para la señalización del aparejo.
El sector no tiene ninguna duda de que las incongruencias del polémico reglamento son consecuencia de una ley ideada por «pescadores de despacho», que no recaban la opinión de los marineros de barco para evaluar la operatividad de las disposiciones legales que establecen. Es más, en la decisión de posponer la entrada en vigor de la norma pesó más que no hubiese en el mercado el material necesario para poder cumplir las disposiciones dictadas por Bruselas que los gritos del sector alertando de una ley que comprometía la seguridad de las tripulaciones.
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