En la mayoría de los mares templados la presencia del fitoplancton sigue un ciclo constante. En el invierno las capas superficiales del mar se enriquecen con nutrientes, debido a que los cambios de temperatura en el agua ocasionan que suban del fondo; de tal manera que al inicio de la primavera la concentración de materia inorgánica es mayor que en cualquier otra época del año, y como en esta época aumenta la disponibilidad de energía solar, se presenta el llamado incremento fitoplanctónico primaveral.
Este aumento trae como consecuencia que un número mayor de individuos se alimente de fitoplancton, así como el incremento de los siguientes eslabones de la cadena; esto hace que disminuya la cantidad de vegetales, lo cual, sumado a un alto consumo de nutrientes realizado por los mismos vegetales, ocasiona que en el verano la productividad vegetal se mantenga baja, y se recupere en el otoño, sin alcanzar la intensidad presente en primavera, y termina este acto al iniciarse el invierno, en donde disminuye la intensidad de la luz solar.
Además de la luz y de los minerales se ha demostrado que un gran número de organismos del fitoplancton necesitan vitaminas como la B12, las cuales son proporcionadas por la acción de las bacterias. Las diatomeas necesitan B12, los dinoflagelados, tiamina, y, dependiendo de las especies, serán capaces de sintetizar estas sustancias.
Cuando se navega por aguas de mares templados y fríos, durante la época siguiente al aumento planctónico, se observan unas franjas oscuras a modo de un muro de agua, en las que se escucha el chapoteo y murmullos de numerosos peces grandes como los atunes, que agitan el agua formando crestas de uno 30 centímetros de altura, también se puede mirar una multitud de pececillos del grupo de las sardinas, que saltan fuera de las aguas.
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