En las latitudes altas del planeta existen grandes cantidades de zooplancton pertenecientes a una sola especie, o en ocasiones a varias, lo que facilita su recolección, mientras que en las latitudes tropicales las poblaciones están más mezcladas, de modo que el plancton capturado por las redes tiene mayor variedad de especies, algunas de las cuales son nocivas para el hombre y dificultan el aprovechamiento del zooplancton.
Entre los animales del plancton se pueden distinguir dos grandes grupos de organismos: los gelatinosos, como las medusas, caracterizados por contener una elevada cantidad de agua, más o menos el 95% de su peso, por lo que su valor nutritivo es mínimo; y los no gelatinosos, que sólo tienen un 80% de agua, contando con un elevado contenido de proteínas y la ventaja de que no tienen representantes tóxicos, además de ser agradables al paladar, como por ejemplo, el llamado krill.
Desde la antigüedad numerosas culturas han consumido plancton. Los aztecas, en el Lago de Texcoco del Valle de México, ya utilizaban como alimento al plancton de agua dulce, aprovechando el alga verde azulosa llamada "espirulina" con la que fabrican una especie de pan para acompañar sus alimentos.
Actualmente se realizan estudios para utilizar la espirulina en alimentar directamente al hombre, por considerar que tiene un alto rendimiento proteico, lo cual permitiría complementar la dieta alimenticia a las poblaciones de mínimo ingreso económico.
El hombre puede vivir, por lo menos durante algún tiempo, alimentándose con plancton. El primero en demostrarlo fue el médico francés Alain Bombard, quien en 1952 cruzó el Atlántico desde las Canarias hasta las Antillas en una travesía de 65 días, y se alimentó exclusivamente con organismos planctónicos. Normalmente un hombre no sobreviviría más de 20 días privado de alimento.
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