El más sencillo de estos procedimientos es, sin duda, la caída libre de los propios organismos superficiales o de sus restos. Los biólogos marinos han observado que el fitoplancton se desintegra casi totalmente en las mismas aguas superficiales cuando muere, y que solamente sus caparazones, los restos de sus pigmentos y algunas sustancias de reserva alcanzan las capas profundas del mar.
En cambio, en el caso de los animales epipelágicos, es decir los que viven en las capas superficiales, existen diversas opiniones entre los investigadores de lo que pasa cuando mueren. Mucho tiempo se pensó que los cadáveres o los restos de organismos de un diámetro superior a un milímetro alcanzaban los grandes fondos sin que disminuyese notablemente su contenido en materias orgánicas, y que los animales del plancton profundo vivían gracias a la espesa lluvia de estos restos orgánicos llamados "detritus" que venían de las capas superficiales.
Sin embargo, actualmente se ha demostrado que estos restos no tienen el valor nutritivo que se pensaba, como es el caso de los pequeños animales del plancton que viven en aguas superficiales llamados pterópodos, que miden dos milímetros y que tienen caída relativamente rápida de acuerdo con su tamaño: su esqueleto no posee más de un 12% de partes blandas a 500 metros de profundidad, y cuando desciende a 2.000 metros, éstas desaparecen totalmente.
Además, en las zonas profundas existen pocos animales filtradores, o sea los que se alimentan filtrando grandes cantidades de agua para retener el plancton que en ella vive, por lo que tienen que hacer migraciones ascendentes durante una parte del día o durante una parte de su ciclo biológico, como en su etapa de crecimiento, para capturar el alimento que se encuentra en las capas superficiales del mar. Estas especies, al descender de nuevo a la profundidad normal de su hábitat, transportan a ella la energía que fueron a buscar bajo la forma de alimento en las capas menos profundas.
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